LECTURA PARA SUPERHEROES: BOOKMAN



BOOKMAN




1) Bookman nació en Bookland, un planeta en el que no hay árboles (aunque sí hay muchos libros —algunos hasta dos veces).

2) La comida favorita de Bookman es la pizza. Por eso está en forma (en forma de pera gorda —que es una forma después de todo).

3) Bookman no tiene héroes (alguna vez lo manifestó en rueda de prensa, sentado en el escritorio de su oficina polvorienta, delante de una inmensa fotografía, que cubría toda la pared del fondo, de Raymond Chandler).

4) Bookman (como Batman) no puede volar (aunque él cree que puede, y por eso, a veces, puede). Y decididamente supera a Batman en un montón de cosas que él no puede hacer y Batman sí.

5) Bookman lee con lentitud (y dificultad), y la mayoría de las veces que aparece leyendo, sólo está simulando.

6) Bookman lee con dificultad (y lentitud) porque se queda mirando los espacios blancos de las interlíneas, en los que cree ver formas (como fantasmas o como mapas), diagonales formadas por una misma letra, el perfil de alguna persona conocida, y otras cosas por el estilo (como cuando uno mira un piso de esas baldosas formadas de muchas piedritas, en las que se ven caras y figuras —y que hacen que uno se quede largos ratos en el baño).

Se detiene a contemplar la elegancia de una "a" en Times New Roman, por ejemplo. El relieve (bajo) de algunos impresos en linotipo (la sensación de cosquilleo al pasar la punta de los dedos por esta textura —de textos).

Y el olor (ahhh). El olor de los libros nuevos (y de los viejos). El olor a tinta, a papel, a goma... (a hilo, en los libros cosidos —tal vez esto se deba a su gran nariz). Hay veces en que no puede ir más allá, por este motivo.

La sensación de apoyar un libro abierto (hacia abajo) contra el pecho, en la cama, a la noche, cuando se empieza a quedar dormido, pero todavía no quiere aflojar.

Y la última caricia (al rozar la tapa) y dejarlo (también él dormido) sobre la mesa de luz (los superhéroes también tienen mesa de luz —dicen que Batman tiene un velador de porcelana negra en forma de murciélago).

7) Para Bookman, leer es solo una cosa más (no la única, y tal vez no la más importante) que se puede hacer con los libros. Ha sido criticado duramente por los ultras que piensan que los libros no sólo son para leer, sino que hay que leerlos.

8) Bookman lee a Borges, practica equitación (lo que no es muy equitativo con el caballo) y desea (por sobre todas las cosas) la Paz Mundial (como todas las participantes de los concursos de belleza).

9) Le gusta (tal vez sea un error divulgar esto) ver (una y otra vez) las mismas películas en video (rebobinando cada vez que encuentra algo que le interesa) cosa que vuelve loco a Arfo (que aprovecha para irse a su cucha a leer).

10) Por último: le gusta pasear al aire libre (mientras el aire todavía sea libre), sentarse bajo un árbol (mientras todavía existan árboles) y mirar las nubes que pasan por el cielo (como el pastorcito tastileño de Manuel J. Castilla —mientras todavía pueda hacerlo sin tener que usar anteojos especiales).

Experimento transgenérico

Bookman se encontraba en el medio de un espacio blanco, luminoso. Miles de lectores de Imaginaria (unos doce mil, a esta altura) lo miraban atentos, esperando para ver qué iba a hacer esta vez.

Miró hacia la izquierda y vió, entre bambalinas, los circuitos del monitor de una computadora. A la derecha, un poco más allá (y también entre bambalinas), la caja metálica de una CPU.

Desde el fondo, detrás de la superficie blanca que hacía de espacioso y luminoso telón, le llegaban las voces (nerviosas y apagadas) de dos personas, Eduardo y Roberto.

—¿Qué está haciendo? ¿Qué va a hacer?
—No sé. Parece que nada.

Bookman pensó. Cada vez que pensaba, unos globos (generalmente celestes) se iban formando arriba de su cabeza (arriba del par de alitas --sospechosamente parecidas a las de Asterix, pensará alguno-- que coronaban la capucha de su traje de superhéroe). Y lo que pensaba se iba haciendo visible. ¡Un peligro! Y una enorme responsabilidad.

Enseguida (y defensivamente) pensó en libros. En libros gordos. En libros con grandes lomos (con punteras metálicas de bronce claveteado) y con un señalador como una lengua bifurcada (generalmente verde).

¿Por qué? Porque es más fácil pensar en libros de este modo. En libros arquetípicos y atemporales, de una fuerte materialidad. (O tal vez porque era un poco anticuado en sus gustos y en sus lecturas. No lo sabía.)

Los libros en que Bookman pensaba habían empezado a formar una escalera ascendente cuyos peldaños aparecían justo cuando él daba su siguiente paso. 
(Como una escalera babeliana, pensó demasiado rebuscadamente para ser un personaje de comic.)

La escalera muy alta y acaracolada (como aquellas por las que descienden eternamente las --también eternas-- divas de Hollywood) conducía a algo que parecía una puerta (y que seguramente funcionaba como tal) pero que, por supuesto, no era otra cosa que un libro, una vez y media más alto que Bookman, colocado verticalmente y listo para ser abierto (como todo libro, salvo algunas biblias muy antiguas con cerradura y candado).

¿Qué otra cosa podía hacer si no abrirlo? Muchas, en realidad, aunque de todos modos, inevitablemente, lo abrió.

Traspuso (de un paso) la entrada-tapa de la puerta-libro y se introdujo en una de las ilustraciones, desde donde Arfo lo llamaba con un plato en la mano (la pata, en realidad) en el que relucía una tentadora porción de pizza (arquetípicamente dibujada).

Ésta, y no la literatura, era el alimento preferido del superhéroe de novela. (¿Debía ser rebautizado como Pizzaman?)

En ese momento la tapa del libro se cerró sobre una onomatopeya que decía ÑAM, ÑAM.

Pensó que él no era buen improvisador (como Charlie Parker o Lenny Bruce) y que no volvería a salir al "aire" de los monitores (del expectante público de Imaginaria) sin un guión.


FIN









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